

Hoy, la misión que he aceptado es la de cantero. Para mí, que no soy muy ágil con los diez dedos, es todo un reto.
Así que me dirijo a la CathédralOscope, en Dol de Bretagne, donde tengo una cita con Marc, maestro cantero, y su «alumno» Olivier, que también es el director de este magnífico museo dedicado a los constructores de catedrales.
La bienvenida es cálida y amable.Somos tres aprendices y mis compañeros en este momento tienen 8 y 13 años respectivamente.
Varias mesas de trabajo están dispuestas con los cinceles y las vinagreras de escultor, pero también los lápices y las escuadras que se utilizarán para dibujar los diseños elegidos para nuestra futura obra maestra.
Nos sentimos como en casa.
Olivier me pregunta qué patrón quiero hacer y yo elijo, a la manera bretona,
un armiño estilizado.
Nos ponemos manos a la obra. ¡No hay lugar para el error! Nos dan a cada uno una piedra para tallar, las herramientas básicas, es decir, escuadra de lápiz, y trazamos nuestro patrón. Olivier me echa una mano para dibujar mi armiño, ya que estoy un poco tembloroso, ante la idea de trabajar directamente sobre el material.
Mis compañeritos eligen un triskel para uno y la letra A para el otro.
Luego llega el delicado momento en el que soltamos los lápices para el cincel y ¡la alcuza!
Los dos nos ponemos a trabajar.
Los primeros golpes de tijera los dan Marc y Olivier, para que el gesto se entienda perfectamente. La maestría es perfecta y el gesto elegante y precioso.
Ataco mi motivo con paciencia y aprensión pero al final, el gesto se domestica rápidamente y el conjunto toma una forma preciosa. Pronto vuelan los primeros trozos de piedra, junto con un fino polvo blanco, que se posa de nuevo en nuestras manos.
15 minutos, luego treinta… los dibujos cobran vida bajo nuestras manos. La paciencia es esencial porque tenemos que tallar pero no demasiado, tenemos que añadir relieve, pero sin dañar el motivo…
En el gran patio, los curiosos vienen a vernos, atraídos por el sonido de nuestras vinajeras resonando. Muy rápidamente, preguntan y reservan su plaza para el próximo taller
Después de una hora y media, el trabajo está terminado. A continuación, Marc y Olivier se encargan de los últimos retoques y, con la ayuda de un lápiz óptico, dibujan los motivos florales, las olas u otros símbolos que embellecerán la escultura de base, convirtiéndola en única y personalizada.
Ya tenemos en nuestras manos una auténtica obra maestra que ahora ocupará un lugar de honor en nuestros escritorios u otras estanterías del salón!
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