

Nos espera nuestra guía Inga, equipada con nuestras botas, para esta visita al corazón de los criaderos de ostras.
El grupo ya está allí: parejas amantes de la gastronomía yodada, familias con niños deseosos de vadear el barro e incluso un encantador trío de viajeros llegados directamente de Hong Kong.
¡Somos los únicos canalleses del grupo!»
La visita comienza bajo un cielo soleado y con colores otoñales en esta época del año, a finales de octubre.
La visita comienza bajo un cielo soleado y con colores otoñales en esta época del año, a finales de octubre.
La visita comienza bajo un cielo soleado y con colores otoñales en esta época del año, a finales de octubre.
Inga saca un gran mapa marino de la bahía. Algunas explicaciones sobre la geografía de la bahía del Mont-Saint-Michel: la localización de los criaderos de ostras y de los bouchots; algunas explicaciones sobre las mareas; la riqueza y la diversidad de la flora y la fauna marinas…
Todo este ecosistema desempeña un papel crucial en la ostricultura de la bahía de Cancale.
Nos adentramos tranquilamente en los criaderos. Inga comienza por contarnos la fabulosa historia de la ostra, y nos enteramos de que las famosas «Creuses Cancalaises» son en realidad «japonesas»
De hecho, la semilla de la ostra se compra al país nipón para colocarla «en un vivero» en la bahía donde crecerá durante 3 años al ritmo de las mareas.
En cuanto al «Plato», por el que Cancale es famoso, es originario de Morbihan, de la Ría d’Etel para ser más exactos.
Las ostras huecas se crían en bolsas colocadas sobre las mesas, mientras que las planas se siembran en concesiones que nunca se destapan, ni siquiera en plena marea viva. Se dragan meticulosamente para recuperarlas y comercializarlas.
Esto explica el precio de venta: ¡cerca de 6 euros la pieza, mientras que las ostras huecas se venden a unos 6 euros la docena!
A veces, los ostricultores traen al final de su dragado una ostra de 10 a 15 años: la «Pied d’Cheval», llamada así por su forma particular. Abrir esta ostra insólita es toda una proeza: hay que armarse de un cuchillo y algo de valor para poder degustarla, ¡pero merece la pena!
Es tranquilizador saber que las ostras huecas son más fáciles de comer. Sin embargo, si no quiere arriesgarse, el Mercado de Ostras, justo al lado de los parques, le da la bienvenida todos los días, y abre unas cuantas ostras en vivo, frente al mar…
Mientras paseamos, nos cruzamos con ostricultores que trabajan en sus concesiones. La ostra nos desvela todos sus secretos, desde el descascarillado hasta los tanques de remojo.
Al final del recorrido, ¡hay que hacer una parada! es inconcebible irse sin haber degustado unas finas y yodadas «preciosas». Las perlas de Cancale cumplen lo que prometen!
Las perlas de Cancale cumplen lo que prometen!
De paso, un pequeño enfoque sobre el trabajo en los talleres donde Inga, nuestra guía, trabajó durante un año.